CAPITULO II
Viviendo el éxito (VIII)
- Montserrat se sentó con
ellos para charlar un rato, así que la conversación quedó interrumpida un buen
rato y charlaron de los pixapins, tal y como se conoce a los urbanitas de
Barcelona, de la vida con la Tramontana, de la belleza de la Costa Brava y de
su viudedad temprana - y tu, Juan Carlos, ¿a qué te dedicas? – a lo que Juan
Carlos aprovechó para zafarse del flirteo – Administro los negocios de la
familia de mi mujer en Sevilla, algo de cría de caballos, un pequeño hostal en
el Barrio de la Santa Cruz y algunos pisos de alquiler.
- Montserrat puso cara de circunstancias y alegó algo en la cocina para
escapar, todo y que Juan Carlos le puso una salida muy digna con su explicación
–
La comida transcurrió ahora en franca camaradería, con carcajadas
abundantes y anécdotas de sus épocas de estudiantes. Llegó el postre, un music,
con su vino de misa para acompañar los frutos secos.
El viento había amainado y ya no era más que una brisa agradable de
primavera con un día completamente despejado y acogedor, aunque un tanto frío.
¿Qué te parece si paseamos un rato por el camino de ronda hasta el
pueblo de al lado? - propuso Pedro-
son las 3 y media y hay que bajar estos canelones como sea.
Hecho, pero sigue contándome.
Bien, tal como te decía, fui a comer con Marga a aquel restaurante y sin
saber porqué, empecé a llorar como un poseso; todo el desapego hacia mi familia
se me volvió en contra en aquel momento y percibí una emoción muy intensa en mi
interior; piensa que no podía parar de llorar, así que Marga pagó y nos fuimos
de allí, me metió en su coche y me llevó a casa.
No recuerdo mucho de aquel rato, aunque sí que me estiró en la cama y me
tapó con una manta, vestido como estaba.
Y ahí es donde empezaron mis sueños, mis sueños salvadores, por otra
parte.
Me dormí enseguida en un sueño que recuerdo como muy movido pero, en un
momento dado, todo se volvió placidez. Fue como si me levantara y me sentara en
una de las butacas de la sala, teniendo en la otra, ¿sabes a quién?
¿A quién? –preguntó Juan Carlos siguiéndole el juego
A mi mismo. Intentaré reproducirte la conversación que tuve conmigo
mismo y que se ha repetido en distintas ocasiones, como te iré contando.
Ese otro yo, me preguntó si estaba satisfecho con mi vida
Sí – le dije -; tengo 32 años y el éxito que cualquier persona normal
querría tener, el que me enseñaron cuando era pequeño, y todo lo he conseguido
por mí mismo.
¿Qué éxito?
El profesional, el que ha permitido que mis hijas vayan a buenos
colegios y mi mujer se pueda dedicar a las niñas, el que me ha hecho la envidia
de mis amigos y el orgullo de mis padres
¿Y tu?, ¿Qué has sacado tu?
Y ahí, algo se rompió en mi interior y las lágrimas volvieron sin que
pudiera evitarlo; caray Juan Carlos!, de verdad que no podía parar.
No sé lo que he sacado, le dije, la fama, el dinero, la estabilidad, el
respeto
¿Respeto?, ¿de quién?
De la gente en general, de mis compañeros, de mis jefes, de mis
subordinados, de mis amigos, de mis vecinos
¿Y de ti?, ¿también lo obtuviste de ti?
¿A que te refieres?, le dije sin entender del todo su pregunta, pero el
silencio se hizo entre nosotros y yo me ponía cada vez más nervioso, hasta que,
al cabo de unos dos o tres minutos, volvió a preguntar
¿Qué es lo que no quieres ver?
No lo sé, de verdad, aunque creo que sé por donde vas
¿Y?
Me siento vacío, me siento estafado, me siento pobre, me siento solo,
dije con la voz rota
¿Qué más es lo que sientes?
Dolor, frustración, desencanto, tristeza. Un nudo estaba dentro de mi
cuello como si fuera una pelota, créeme.
Háblame de esa tristeza
No lo sé identificar del todo, es como si hubiera tenido un globo lleno
de aire cada vez más y más grande y, de golpe, viera que no sirve para nada
¿para nada?
No, si no lo puedo compartir con los míos, con mis chicas
Y, ¿cómo es esa ausencia de compartir?
Es el vacío, la noche oscura.
¿Qué es lo que quieres Pedro?, ¿Qué es realmente importante para ti
ahora?
No lo sé, de verdad, pero tengo claro que Ana y las niñas son mi primera
prioridad
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