martes, 26 de octubre de 2010

2ª etapa de mi camino de Santiago

El caminar es ahora seguro, todo y que en ocasiones pequeños brotes de egomanía y soberbia vuelven, como antaño, en busca de su ración de alimento; la diferencia está en que hoy por hoy, este escasea si no es inexistente y, a la mínima percepción, la humildad marca las reglas del juego y deporta a la dama impertinente a su rincón de soledad.

Este descubrimiento es importante, en especial unido a la percepción de que en grupo tenía que marcar la diferencia y sobresalir pero, en solitario, la más terrible de las vergüenzas anidaba en mi. El resultado era que me sentía incapaz de compartir en solitario, debía tener publico conocido para poder hacerlo….justo hasta hace muy poco tiempo.

Ayer asistía a una presentación en una escuela de negocios de un tema bien conocido: El Coaching Ejecutivo. Otrora, habría estado en silencio ante una cuarentena de personas de las cuales tan solo conocía a un par, de las que estaba alejado pero, sin contención alguna, las palabras empezaron a salir, no por deseo de figurar, si no para aportar un criterio distinto al expuesto o para confirmarlo, buscando el debate.

Esa sensación de acaloramiento que me invadía en tamaña situación, fue sustituida por la tranquilidad de saberme en igualdad de condiciones que el resto de copartícipes de la reunión. Ya no estaba ese azoramiento, ese temor a meter la pata, al qué dirán, si no que la seguridad y la necesidad de ese compartir ganó la batalla de una forma natural.

Este camino hacia dentro, apasionante camino interior, se muestra intenso, divertido, duro, como el iniciado años atrás aunque, todo es decirlo, el callo emocional de haber aprendido a entrar en estas profundidades, facilita su tránsito aunque no lo haga más liviano, ya que continúan habiendo zonas de oscuridad y zonas de luminosidad intensa en las que refugiarse.

Cada vez existen menos zonas en las que no considere adentrarme, aún y sabiendo que en ellas encontraré un invierno desigual. El aprendizaje y la satisfacción de estas vivencias hace que se tornen, si no primaveras, si por lo menos otoños atemperados de los que salir reforzado. Mi zona de confort se va ampliando y, con ella, los propios horizontes.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Resiliencia. Los mineros chilenos como ejemplo

Esta mañana, viendo las noticias de primera hora mientras hacía ejercicio, salía el tercero de los mineros chilenos; lo último que he oído, es que ya eran diez los que estaban a salvo.

No voy a entrar en que una situación particular de un grupo de hombres, pasó a convertirse en un problema nacional, en un asunto de estado lo cual ya es, por sí mismo, algo encomiable y digno de admiración, como país, como cultura y como seres humanos; no había norte, sur, este u oeste, no habían razas ni religiones, no habían distinciones, solo hombres con esa identidad común.

No ha trascendido lo que ha pasado en estos más de dos meses en el interior de la tierra; imagino situaciones de tensión, de soporte, de emoción contenida, de angustia, de pánico, de ilusión, …. A 700 metros bajo tierra, con toneladas y toneladas de terreno que les hubiera sepultado sin más, barriendo más de treinta vidas de un plumazo, con algunos de sus sueños aún por cumplir.

No puedo ni tan siquiera llegar a imaginar lo que han vivido esas personas, lo que han sentido; solo verlos, me ha causado una emoción brutal. He visto valor, he visto alegría en sus caras, pero también he visto la fuerza del que ha sabido resistir, del que ha tenido el valor de aguantar el infortunio, y ahí he visto resiliencia, capacidad de salir reforzados de una situación adversa.

Solo ellos sabrán lo que han vivido, pero intuyo generosidad, liderazgo, coraje y superación como ingredientes fundamentales. Y desde aquí me pregunto si tendremos derecho a quejarnos reiteradamente por nimiedades sin sentido, o lo más justo sería agradecer, cada mañana, abrir los ojos y comprobar que estamos vivos y que un nuevo día se muestra ante nosotros, en todo su esplendor, con todas las posibilidades intactas, como un regalo aún por abrir.

Solo una propuesta: sé capaz de encontrar, por lo menos, tres cosas maravillosas que te hayan pasado en el día de hoy, desde abrir los ojos a captar una sonrisa, como si de un niño de dos años, ávido de nuevas sensaciones, se tratara.

sábado, 9 de octubre de 2010

1ª etapa de mi camino de Santiago

Hace unos años, allá por 2004, iniciaba un camino solitario, consciente de mi necesidad de renovación, tal era la identificación del ogro que empezaba a nacer en mí o que, quizás, hacía tiempo que estaba escondido tras la relatividad del éxito o de mi imagen distorsionada de él.

La soberbia era su principal aliada, dulce amante voluptuosa en sus formas y envenenada en su esencia. Aquel año, empezaba un camino escrito a fin de adentrarme en él para dejar atrás retazos de ese yo que, en demasía, buscaba reconocimiento y agasajo.

Distintas fueron las etapas recorridas que me permitieron un camino de introspección, mi particular “Camino de Santiago”, en que saltaron como esquirlas láminas de fachada, litros de vanidad y maquillaje. Fue necesario transitar desiertos de conocimiento, creencias de saber, con el apoyo de aguadores accidentales, soportes fundamentales de mi ser que acaban siendo partes esenciales de mi.

Consciente de que fue un camino largo y difícil, llegó a su fin de forma precipitada; no “Mi Camino de Santiago”, si no el relato de él. Retazos de palabras que quedaron por escribir en etapas críticas de una vida que ahora es y que, en ese momento, resultaba una especie de broma, con episodios mínimos de autenticidad, haciéndole el juego a dios sabe qué.

Hoy puedo afirmar, sin temor al error, que ese primer trecho de camino interior consiguió dejar atrás esa sirena de mi interior, seductora furcia de mentes poco claras. Parte del propio aprendizaje, ha sido descubrir que ese camino no tiene fin.

Como los ojos de ese pequeño de dos años con lengüecilla de trapo, ajeno a convenciones, redescubro su mente de aprendiz, sedienta de crecimiento y del descubrimiento de nuevas realidades, ya no tan alejadas de mi propia identidad.

Imaginaba este trayecto en soledad, como en su momento original, pero empiezo a ver en la complicidad de otros, una fuente de alimentación vital, que continua en interdependencia y me lleva a la plenitud.

¿Realidad o percepción?

Creo que fue Descartes quien, poco antes de morir, dijo algo así como “he sufrido por unas 10.000 cosas en mi vida, de las cuales, 9.500 no sucedieron nunca”.

Nos pasamos la vida sufriendo por cosas que jamás habrán de ocurrir, angustiándonos por posibilidades, remotas o cercanas, pero posibilidades al fin; y no hablo de prever, si no de sufrir, ya que bueno es tener prevista una reacción de defensa ante un acontecimiento adverso, pero malo obsesionarnos con ello.

….Y entonces aparece la angustia, el estrés, el malestar, y el consumo de energías vitales de forma desaforada, focalizando una atención que podría estar pendiente de otros aspectos notablemente distintos….y reales.

Si tenemos nuestra visión puesta en aspectos negativos, es posible que no podamos percibir las oportunidades que aparecen a nuestro alrededor y que nos brindan montañas de oportunidades.

Podemos observar como en cualquier colectivo, el optimismo es positivo y contagioso, tal y como es el pesimismo negativo, con la diferencia de que uno nos llevará a mover montañas y, el otro, a hundirlas.

Jirones de ánimo quedan esparcidos por las calles del desánimo, si y solo si llegamos a permitirlo. Está en nuestras manos convertir la sima en montaña, la bajada en subida, el tropiezo en oportunidad, el fracaso en aprendizaje. Todo dependerá de la interpretación que hagamos de la realidad y de la reacción que tengamos ante ella; nuevamente, no confundamos los mapas con el territorio.

Está claro que no puedo influir en lo externo, pero mi reacción interna ante ello, en eso sí puedo influir y crecer en mi.