lunes, 29 de agosto de 2011

También hay esperanza


Pues  sí, ya que es un término tan al uso, también lo utilizaré: Estoy indignado, pero no estoy indignado solo con políticos, banqueros y dirigentes de distintas corrientes y raleas, estoy indignado conmigo mismo, contigo y con la especie humana en general.

Parece que se haya instalado en y entre nosotros el desánimo, la tristeza, el negativismo, la melancolía, la desesperanza, olvidando que hoy, esta mañana, salía el sol, como lo hará mañana, y el otro, y el otro, al menos mientras estemos vivos, y probablemente después, aunque de otro modo.

Sé que vuelvo a las andadas con esto, pero es que no hay derecho, no lo hay, a que cualquier comentario que oigamos sea en el mismo sentido.

¿cuántos bebés nacieron ayer en tu ciudad siendo la alegría de sus padres?, ¿cuántas personas recibieron el alta de una grave enfermedad?, ¿cuántas personas oyeron aquello que esperaban?, ¿cuántos abrazos se dieron ayer en el mundo, cuántos besos?; déjame que suponga que, en algunos casos unas decenas, en otros centenares y en otros miles de millones.

Nuestra vida está plagada de buenas noticias cotidianas, de pequeñas cosas y de grandes cosas, de aspectos que nos deberían alegrar la vida y a los que no prestamos la más mínima atención, más preocupados de que la economía está parada, de que este o aquel proyecto no acaba de arrancar que de lo que ocurre hoy, aquí y ahora, de ese pequeñajo que empieza a andar, o a hablar, o nos hace un garabato, o la jovencita que calza sus primeros tacones, o de los jóvenes que consiguen su primer empleo, o de ese grupo de personas que se ponen de acuerdo para iniciar algo juntos.

Si doy sonrisas, recogeré sonrisas, si propago optimismo, eso será lo que recoja. Si soy el primero en dar cariño, buen humor, comprensión, ideas, trabajo, no pasará mucho tiempo antes de que empiece a recoger, del mismo modo, si lo que siembro es desesperanza, oscuridad, hedor, ira, odio o incomprensión, eso y no otra cosa, será lo que recoja a no mucho más tardar.

Encendamos la luz de la esperanza y desterremos la negrura del abatimiento. Está en nuestras manos, ¡Basta ya de lamentos!.

¿Qué harás hoy para que salga el sol?

viernes, 26 de agosto de 2011

Pescando conejos


Se encontraba aquello cazador propagando a los cuatro vientos que él era el mejor y más avezado cazador del país, conocía todas las técnicas para cazar los conejos que, desde siempre, había en sus tierras pero, como no había conejos por la reciente epidemia, no podía cazar, pese a que no dejaba de poner sus trampas en los sitios de siempre, incluso yendo a otras zonas limítrofes con sus armas de siempre, aquellas escopetas que tan buenos resultados le habían dado.

El cazador se quejaba amargamente de suerte, hasta que apareció un recién llegado a la aldea y oyó su discurso.

Y así –preguntó aquel parroquiano-, ¿por qué no cazas otra cosa?

¿Qué te has pensado bribón descarado, que no sé cazar, yo que lo he cazado todo desde hace más de 30 años?. No hay animales sobre la tierra, se los ha llevado la epidemia –respondió malhumorado el cazador-.

Además –continuó el cazador-, fuera de estas tierras, no existe más que desolación y hambre.

-El forastero se fue pensativo por el bosque donde, al caer la noche, oyó una charla entre un conejo y dos jabalíes- jeje, ya sabemos todos los trucos del viejo cazador, los lugares en los que pone las trampas, el alcance de sus escopetas y hasta los perros que utiliza y de los que ya nos hemos hecho amigos; ¡suerte que aprendimos a nadar y a vivir bajo el agua!

Aquella conversación entre los animales le hicieron pensar que, ya no solo en su tierra, si no en todas, debía pasar algo similar, así que cogió un camino y, después de caminar cientos y cientos de kilómetros, llegó a otras tierras en las que tampoco se veían animales, así que decidió una nueva estrategia.

Se apostó a la orilla de un río y lanzó un anzuelo con la comida predilecta de la mayoría de los animales, siendo el resultado que consiguió pescar un par de conejos, un lobo y un jabalí, los cuales montó en un carro para enseñarlos en su tierra.

-Tras un largo camino, se encontró en la plaza de la aldea con el cazador que seguía maldiciendo su suerte, hasta que le vio y exclamó - ¡Pardiez vecino!, ¿de donde has sacado esos animales, tu que nunca habías empuñado un arma ni una trampa?.

Es muy  simple –respondió el vecino-, cuando le oí decir que aquí no habían animales, pensé que quizás se equivocaba, o que a lo mejor, estos ya conocían sus armas o…vaya usted a saber, así que pensé en ir a buscar nuestro sustento a tierras que me eran extrañas y con otras herramientas diferentes, pensadas de una forma distinta, para otros tiempos y otras tierras.

Mañana lo probaré aquí, ¿me acompañará?
 

Definitivamente, hoy es tiempo de pasar a la acción de formas más originales. ¿Cuántos conejos has cazado hoy?

martes, 23 de agosto de 2011

A hacer puñetas con los lamentos


Ha llegado un momento en que me pregunto si sabemos hacer algo más que no sea quejarnos, en este país nuestro, aunque imagino que hay una minoría que sí, en tanto en cuanto están funcionando bien, buscando formulas creativas que unas veces funcionan y otras no y, cuando no, buscan otras, y otras, y otras, y así hasta que encuentran alguna que funciona.

Me recuerda un cuento que me contaban de pequeño, la de un niño que iba a por leche, se le rompía la botella llena y se quedaba llorando junto a ella, sin saber que hacer. El problema es que esto ocurre con adultos y no es un cuento o una leyenda urbana, si no la triste realidad.

Es cierto que las cosas están complicadas, es cierto que tenemos, no solo España, si no gran parte del mundo en general, una clase política que da….digamos que un cierto repelús, es cierto que muchos de los causantes de esta debacle deberían estar en la cárcel y todos sabemos que no la pisarán en su vida.

Dicho esto, ¿qué sacamos con llorar junto a la botella rota?, porque eso es lo que estamos haciendo en gran parte, atenazados por el miedo, un miedo que nos paraliza, que nos bloquea, que nos anula, y aquí es cuando llega el momento de reaccionar, de ir a por otra botella a la tienda y, si no tenemos dinero para pagarla, para buscar otra cosa con la que alimentarnos o para buscar otra forma en que compensar al tendero.

Hemos sido capaces de inventar el fuego, la rueda, la máquina de vapor, hemos descubierto parte del funcionamiento del cerebro, somos capaces de llegar a la luna, e incluso a Marte, de hacer una paella para chuparse los dedos y, por el contrario, parece que seamos incapaces de reaccionar, de cambiar nuestros hábitos, nuestras formas de pensar.

Me van a perdonar pero, en la primera estación de la Vida en la que pare mi tren, yo me bajo y ya continuarán ustedes solos; he fletado un autobús haciéndole un trueque a su propietario y hay sitio para todo el que quiera subir. Solo hay una condición, prohibidos los lamentos y bienvenidos los errores por intentar cosas diferentes, ¿vienes?

sábado, 20 de agosto de 2011

La palabra crea universos


Dicen de la palabra que crea universos, que la sola unión de sílabas empieza construyendo mundos y, ante tamaña amenaza, pienso en todos aquellos que, con un medio delante, son capaces de crear submundos, mundos dentro de otros, con sus solas realidades campando a sus anchas, construyendo opiniones, destruyendo creencias, aletargando conciencias, espoleando odios o ilusiones, alegrías o temores, esperanzas o angustias.

Pensemos en el poder de esa palabra, la que empleamos cada día, en nuestra labor familiar, docente o profesional. Esa palabra que creará filias y fobias, que constreñirá o liberará corrientes de pensamiento, especialmente cuando está en manos de esos líderes de opinión, cuyas calenturientas cabezas no son capaces de construir más que estiércol cognitivo que puede llevar a vivir auténticas batallas inexistentes, salvo en esas recalentadas meninges, presas de sus propias cárceles de odio y rencor.

Veamos ahora aquellas que son liberadoras, las que ofrecen un sinfín de posibilidades, de auténticas autopistas de conocimiento y opinión, las que tienen las preguntas más que las respuestas, las que no aleccionan si no que acompañan en un camino enriquecedor, marcado por el propio lector u oyente.

Ciertamente, las palabras son capaces de construir mundos ya que, sin ellas, difícilmente existiría este tal como lo conocemos, pero ahí, ahí es donde rompo una lanza a favor de la libertad de criterio, de dogma, de pensamiento, con la generosidad de aceptar la palabra de mi amigo, pero también la de mi oponente, que no enemigo, de respetar su opción contraria a la mía, huyendo de radicalismos caducos y enfermizos, de prisiones de negros y grises, por el bien de una paleta cromática de millones de colores.

Las palabras habrían construido una realidad muy distinta si hubiera nacido en India, en Sudáfrica, en Nepal, en China o en Pakistán. Mi mundo sería otro si las palabras de mis creencias hubieran sido dictadas por otras ideas, patrias o religiones.

Propongo el uso de la palabra como creadora de mundos y no como destructora de los mismos. Eso está en nuestras manos, en las tuyas y en las mías, en las de toda la humanidad.

sábado, 13 de agosto de 2011

Diversidad: Arco Iris Vital


Hoy hablamos de diversidad, de pluralidad, de tus creencias pero también de las mías, y de las de aquel de más allá. Hablo de tu religión y de la mía, de quien cree en un solo Dios y de quien lo hace en decenas de ellos, de quien tiene la piel color caoba, blanca, amarilla, o quizás color carbón.

Hablo de que mi verdad es solo una parte de la verdad y mis creencias una pequeña parte de la realidad que nos rodea, de ver las cosas desde abajo pero también desde arriba, de no dar mayor credibilidad a lo mío por el simple hecho de ser mío, llegando a despreciar lo tuyo.

Hablo de una orquesta en la que hay violines y tubas, tambores y violas, pianos y guitarras, mezcla de percusión, viento y cuerda, como en un coro coexisten tenores y sopranos, contraltos y bajos, todos en un mezcla que aporta viveza de sonidos y sensaciones.

Imaginemos un guiso en el que tenemos la sal y la especia, el pescado y la carne, la harina y el cereal, todos en una danza que es capricho de los sentidos, lujuria del paladar y el olfato, eso sin olvidar esa maravillosa vista que es preludio de nuestra boca.

Que maravillosas aportaciones se producen en un Equipo de personas en las que coexisten creativos y dogmáticos, organizadores y visionarios, capaces de diseñar, construir, rentabilizar, probar, equivocarse, caerse, levantarse…¡y volver a empezar!

Tristeza es la sensación que me suscita el tono monocorde, la unidad cromática, la tiranía de las verdades absolutas, como alegría es tu crítica a mi trabajo, a mi modo de vida, a mi pensar, porque eso es riqueza y crecimiento.

Cuanta riqueza se esconde tras tu cultura, ¡tan diferente de la mía!, cuanta creencia estúpida me limita por considerarme superior a ti, por verte horriblemente distinto en lugar de verte deliciosamente diferente. Hoy paladeo, por fin, las mieles de la mezcla, del mestizaje étnico, cultural o religioso; veo a un hindú trabajando con un italiano, y a este con un marroquí y a aquel con un brasileño, compartiendo usos y costumbres, haciendo suyas algunas e ignorando otras.

Arco iris vital, paleta de sabores y sensaciones, maravillosa diversidad, por fin.

martes, 9 de agosto de 2011

Buena suerte, mala suerte


Conozco a algunas personas que recientemente han pasado por auténticos calvarios, ya sea por pérdidas materiales, profesionales o personales, por reveses en su salud o en su economía o por otros aspectos que han hecho trastabillar su estabilidad.

Una de ellas, quejándose amargamente de su suerte tras un contratiempo de salud realmente importante, me confesaba que no volvería a su vida anterior ni loco. La definía como una vida que no era más que un burdo amago de ella, siempre supeditado a las exigencias de otros, sin poder Vivir con mayúsculas.

La conversación fue realmente interesante porque nos llevó a una serie de poderosas reflexiones que desembocaron en una pregunta: ¿estás seguro de que ese revés ha sido mala suerte?. Os puedo asegurar que en ese momento su cara cambió y su nivel de energía subió considerablemente; tomó conciencia de la fortuna que suponía para el haber tenido ese contratiempo, llegó a poderosas conclusiones y estableció un Plan de Trabajo que debería llevarle a su plenitud, a pesar de sus a actuales limitaciones.

Muchas han sido las vidas que se han visto mejoradas con algo que, a priori, pensábamos que era una injusticia que nos llegaba por obra y gracia del destino, desde la pérdida de un trabajo a una grave enfermedad, desde una separación a otros aspectos que no entraremos en detalle pero que podrían ser considerados como escabrosos y, a todas luces nefastos por las personas que los sufrían.

La muerte de un ser querido que nos permite reconciliarnos con él, o encontrar la paz gracias a él, la ruina económica que nos lleva a encontrarnos con nosotros mismos, la pérdida de un trabajo que nos conduce a descubrir otras formas de avanzar profesionalmente.

A nivel personal, la grave enfermedad de alguien muy querido que se tradujo en una muerte siendo muy joven, me llevó al reencuentro con otras personas muy queridas, al perdón, a la aceptación de la enfermedad como parte de la Vida, al crecimiento personal, a la relativización de las cosas, al cambio de prioridades.

El cuento sufí nos dice ¿buena suerte? ¿mala suerte? ¿quién sabe?.

Tu dices mala suerte y yo te contesto solo el tiempo lo dirá, por duro que ahora pueda parecer.

sábado, 6 de agosto de 2011

Observando desde arriba


Ayer paseaba por Barcelona cuando, al mirar hacia el cielo, vi un ave a una altura poco usual, iba muy alta, realmente muy alta; es igual que tipo de ave era, aunque imagino que sería una de las habituales por estas tierras, una paloma o una gaviota pero, en cualquier caso y para lo que nos ocupa, sería como hablar de un catalán, un extremeño, un madrileño o un murciano.

¿cómo vería ese ave la realidad de aquel momento?, ¿cómo vería los problemas que le atañen cuando baja a picotear su comida?, ¿cómo vería su nido?, ¿cómo su circulo de coetáneas?

Imagino la vista, como cuando subo a un lugar que forma parte de Barcelona pero que está elevado sobre ella: la carretera de Vallvidrera. Las veces que he parado en su mirador, la ciudad se muestra a mis pies y puedo ver el mar y la montaña con solo girar la cabeza, veo la grandiosidad de la ciudad con un golpe de vista, pero debo reconocer que soy incapaz, entonces, de captar los más pequeños matices.

De algún modo, esa visión me permite observar el todo y tener una visión del conjunto, algo que en ocasiones me resulta tremendamente útil para no perderme en naderías que no me conducen a lugar alguno.

A mis clientes les suelo pedir que imaginen su vida desde arriba, como si fueran un águila, capaz de subir centenares de metros para observar el conjunto y de bajar rápido si ello es necesario para atender esa necesidad que les acucia, pero habiéndola visto antes desde el aire, desde la distancia, formando parte de un todo.

Cuando eso ocurre, en multitud de ocasiones, el cliente tiende a tener una visión distinta de las cosas, ya que las ha podido observar en su interacción con el resto de su vida, de sus circunstancias, y es entonces cuando surge la riqueza y el aprendizaje, es cuando toma decisiones desde otra óptica, cuando toma conciencia de la interdependencia necesaria de las diferentes facetas de su vida.

Hoy quiero invitaros a subir a ese mirador de vuestra Vida y a observar el conjunto, como el ave que vi ayer en mi ciudad y me llevó a esta reflexión. En demasiadas ocasiones, nos colocamos las gafas de ver solo de cerca y ahí perdemos un sinfín de oportunidades. Mirar solo desde arriba no es bueno, como tampoco lo es no hacerlo nunca.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Cruzando fronteras


Todos somos capaces de vencer nuestras limitaciones, de una forma u otra. Tenemos ejemplos extremos con casos como el de Stephen Hawkyn, Beethoven u otros de similar talla, pero tenemos casos de auténtico coraje mucho más cerca de lo que pensamos. Pensemos en nuestros entornos profesionales o personales y podremos identificar un buen número de ellos.

Hoy quería hablaros de algunos, aquellos que significan vencer temores muy arraigados en uno mismo y de difícil justificación o identificación. Temores que, por irracionales, son aún menos comprendidos por quienes los sufren y, por tanto, de más difícil solución.

Podríamos asimilarlos a una puerta cerrada, una puerta tras la cual se halla el mundo de lo desconocido, un mundo que se imagina de un negro carbón, sin posibilidad de blancos o grises, tan solo negro. Y esa puerta la podemos encontrar el día menos pensado en nuestro interior, tanto si pensamos en nuestra faceta personal como en la personal, la del ocio, la deportiva o la cultural.

Aquí es donde el acompañamiento puede resultar tremendamente útil, sirviendo de soporte a la persona, animándola a cruzar ese umbral y estando con ella mientras lo hace, siendo partícipe de su dolor, de su sufrimiento y también de su éxito, de su alegría, de su celebración al pasar al otro lado, al conseguir cruzarlo, ya que habrá sido enorme la resistencia vencida para ello, algo digno de un héroe cotidiano como podemos ser cualquier de nosotros.

Lo importante habrá sido explorar ese miedo, ese terror irracional, sintiéndolo en primera persona, llegando incluso a masticarlo, a empaparnos de él para su mejor conocimiento, algo que nos permitirá conocerlo a fondo y gestionarlo en la forma adecuada, porque esos sentimientos son lícitos y sanos, imprescindibles incluso para nuestra supervivencia, ya que nos prepara para la lucha o para la huida.

Hay quien, tal y como os comentaba el otro día en el post de adicciones, recurre a la química para vencerlos pero, no nos engañemos, así lo único que se hace es adormecerlos y permitir su presencia en cualquier momento y situación, posiblemente la más inoportuna. Lo que os propongo es conocerlos a fondo para poder gestionarlos en cualquier caso, incluso en los más incómodos.

Hoy alguien abrirá esa puerta y pasará al otro lado. ¿consecuencias?, se habrá despojado de las gruesas cadenas que le mantenían inmóvil o, dicho de otro modo, será un poco más libre.