Esta mañana asistía a unas
jornadas para profesionales de la gestión de personas, donde he podido escuchar
algunas ponencias realmente magníficas junto a otra kafkiana, digna del peor de
mis sueños y me explico.
El conferenciante, en un momento
de su exposición, ha lanzado el siguiente mensaje: para conservar tu puesto de trabajo, otro tiene que perderlo.
Lo siento, paren su mundo que me
bajo, si es que alguna vez estuve subido en él. Me ha parecido verdaderamente
deleznable su afirmación, digna de una película catatrofista del tipo MAD MAX o
similares.
De lo que este hombre hablaba,
era de que esa mal llamada competitividad, exige que otro pierda lo suyo para
que tu conserves lo tuyo, es decir, la ley de la selva, en la que con el
machete en mano, defendemos nuestros intereses solo a costa de otros.
Llamarme naif, pero hay otros
modos de que todos podamos tener lo que en justicia nos corresponde. No sé si
se relaciona con viejos o nuevos paradigmas, si los mayas tendrán algo que ver
en este sinsentido o si, simplemente, hay una serie de terroristas sociales que
preconizan el más salvaje de los capitalismos y de los egoísmos con no se sabe
que intereses.
Hablo de un mundo de cooperación,
de coopetición, de generosidad, de altruismo, de crecimiento, de ir juntos, de
sostenibilidad, de todo eso hablo, con el convencimiento de que ello es
posible, ni que sea porque lo estoy viviendo en mis propias carnes.
Desde estas líneas abogo por
impulsar un mundo distinto, tal y como os comentaba, un mundo del que nos
podamos sentir orgullosos ante nuestros hijos, en lugar de sentirnos
avergonzados. No es válido el argumento de la simplicidad y de la corrupción imperante,
no lo es si no quieres que lo sea.
Señor conferenciante, quédese
usted con ese mundo, yo no lo quiero para nada, y creo que habrá un montón de
gente que tampoco quiere habitar en el ¿o si?