Ahí tienes la gran tentación,
dejarte ir, la culpa es del otro, SIEMPRE es del otro, así me refugio en mi
estatus de víctima, puedo quejarme tanto como quiera y eludir mis
responsabilidades, ya que no hay nada que yo pueda hacer. Siempre hay alguien o
algo que me impide hacer aquello que realmente querría; simplemente es injusto
pero es así.
¡Y un cuerno!, deja ya te
victimizar tu vida, tu eres el único responsable de las respuestas que das a
aquello que ocurre; tu eres esa persona maravillosa, plena, llegada a este
mundo con un sentido que quizás aún tengas que encontrar, pero con una miríada
de aportaciones que realizar a este mundo, a esta sociedad, a esos círculos con
los que interactúas.
Nos cuenta Víctor Frankl en El hombre en busca de sentido que, a sus
pacientes, les preguntaba, cuando llegaban tristes a su consulta, por qué no se
suicidaban y, de ahí, extraía aquellos flecos que aún les unían a la Vida, ese
sentido que todavía les mantenía con un hilo de esperanza y, trabajando desde
él, iba construyendo los cimientos de lo que podía ser su nueva vida.
Podemos sentarnos en ese túnel
oscuro y silencioso a esperar a que ocurran las cosas, o tomar las riendas de
nuestras decisiones, actuar sobre aquello sobre lo que podemos influir y luchar
por nuestro sentido de la Vida. No hay imposibles si nosotros pensamos que esto
o aquello es realizable, quizás no lo sea de un modo, pero seguro que lo es de
otro.
Volvamos a nuestra esencia, a
nuestro niño interior, aquel en el que no habían miedos, prejuicios o etiquetas.
En uno de los post que escribí, hablaba de un grupo de niños y niñas que iban
por la calle cogidos de la mano, personas con la confianza en quien tenían a su
lado, personas de las culturas más diversas, de las religiones más dispares,
unidas bajo su tierra de acogida, porque aún no se habían rendido al victimismo
ni a la desesperanza.
La salida esté en tus manos pero,
nuevamente, no es ni rápido, ni fácil ni está exento de sacrificio ni dolor,
pero recuerda que en el camino también hay esperanza, color, aire fresco y
renovación.
Tu decides si espectador o
protagonista, sí víctima o renovador.