¿Recordáis?, es un viejo álbum de
Supertramp, en concreto de 1975, un año con fuerte connotaciones para una
España desconcertada y asustada pero también esperanzada; fue un álbum
maravilloso para aquellos que éramos adolescentes en esa época y que hoy somos
talluditos miembros de lo que un buen amigo ha dado en llamar la mid life.
Mi mente se ha ido a ese título
porque, si bien es cierto que atravesamos una crisis en muchos sentidos,
también lo es que no hay cambio posible sin una catarsis. Vivíamos demasiado
bien, demasiado cómodos para intentar cambiar desde ahí, y es por eso que tanto
agradezco estos tiempos inciertos que vivimos ayer, hoy y quien sabe por cuanto
tiempo más.
Reconozco que estaba subido al
tren del hedonismo, como aquel anuncio de una caja de ahorros que decía ¿Lo
ves, lo quieres?, ¡lo tienes! Y que era fiel reflejo de lo que entonces ocurría.
Placer por el simple placer, sin más y no es que lo critique, simplemente
expongo un hecho, el hecho de una vida carente de profundidad y regada de
consumismo.
Ver como las cosas se iban
desmoronando nos permitió ver como una capa de polvo desaparecía y asomaban
unos valores que, de puro escondidos, habíamos olvidado casi por completo
aunque, la buena noticia es que seguían estando ahí, esperando a ser nuevamente
rescatados.
No está siendo ni fácil ni rápido
ni indoloro, bien al revés, está requiriendo de un intenso trabajo, un trabajo
que en ocasiones puede angustiarnos pero que, en cualquier caso, nos permite
crecer como personas, y es que no existe crecimiento si no es así, pero es como
el águila, la cual, al llegar a los 40 años, debe vivir un proceso de
reconversión en el que debe arrancarse el pico, las plumas y las garras, a fin
de poder continuar con una vida plena durante otros 30 años.
Y es por ello que me atrevo a
preguntar Crisis, ¿qué crisis?, porque esa variación en el estado económico
mundial está permitiendo un crecimiento personal que difícilmente se habría
producido de otro modo.
Tu decides si decides, como el
águila, salir reforzado humanamente de la situación, o sigues lamentándote de
tu mala suerte.