CAPITULO II
Viviendo el éxito (III)
Cuando se lo comenté a Ana, fue la primera gran bronca que tuvimos –
aquí la voz de Pedro, se quebró y tuvo que parar el relato -.
Tranquilo Pedro, no tienes porque contarlo si no quieres – dijo Juan
Carlos -.
No, al contrario – respondió Pedro -. Necesito contártelo para que me
entiendas….y para hacer limpieza interior.
En aquel momento, el reloj dio las 12 campanadas, anunciando el final de
un día y el nacimiento del siguiente.
Ana, aprovechando que era el mes de junio y ya no habían clases, se fue
a Barcelona dos semanas. La verdad es que me asusté, pero conseguí pensar que
eran celos profesionales y que ya se le pasaría; ¡alguien tenía que traer el
dinero a casa!!.
Pasamos el verano aquí, en Calella, como cada año y, en agosto, salí
para mi nuevo destino en el master de la escuela Suiza, donde viví un año con
una intensidad de trabajo que no hubiera podido imaginar ya que apenas había
tiempo para nada que no fuera preparar trabajos, presentar ponencias o hacer
entrevistas.
Fue un año de auténtica locura pero, en mayo del año siguiente acabó. En
aquel momento no lo entendí y pensé que Ana había bajado del burro, ¡que
equivocado estaba!. Vino a la graduación y estuvo absolutamente encantadora.
Después supe que una amiga de la embajada inglesa le había recomendado algo que
empezaba a nacer como elemento de acompañamiento y transformación: el Coaching.
Junio del 91 fue el momento de mi regreso a Madrid, a la central de TODO
SEGURIDAD, donde fui recibido por Marga, mi secretaria, con una sonrisa capaz
de desarmar al más pintado; realmente se alegraba de verme. El segundo al que
fui a ver fue Ruiz, el cual me recibió con un fuerte abrazo.
Déjame que te mire bien - me dijo - ¡caramba!, un poco más flaco y con
algunas ojeras pero no tienes mala pinta, no. Vete preparando que a las 10,00 h
tenemos una reunión con Paco, el Jefe y con Recursos Humanos.
Regresé a mi despacho con un montón de sensaciones positivas, descolgué
el teléfono y llamé a Ana, con quien la relación había vuelto a su cauce.
Recuerdo que fue oir su voz y ponerme a temblar pensando en lo que podía pasar
– comentó Pedro-. Tuve mil sensaciones en aquel momento, sobre todo cuando,
antes de colgar, Ana me dijo “recuerda que tienes tres chicas que te quieren
con locura”.
Llegó la reunión y, en ella, el comunicado de Paco, el gran Jefe: Mira
Pedro, has vuelto de un proceso de formación tremendamente caro, así que va
siendo hora de sacarle partido – dijo con un tono jovial y una gran sonrisa -.
Yo paso a posiciones corporativas y Ruiz ocupará mi posición como Director
General, así que hemos pensado en ti como su sucesor, lo cual lleva aparejado un
salario sensiblemente distinto al que tienes ahora y un cambio total y absoluto
de escenario, como miembro del Comité de Dirección. Recursos Humanos te pondrá
al corriente de los detalles.
En aquel momento no lo pensé pero, Juan Carlos, en ningún momento me
pidieron mi opinión; daban por hecho de que diría que sí que es, obviamente, lo
que hice, y lo hice porque era lo que se suponía que era lo que tenía que
hacer, no porque lo escogiera libremente; si lo hubiera hecho, creo que habría
sido distinto.
En un momento de razón, pensé que tenía una esposa maravillosa y dos
niñas de 1 y 2 años a las que apenas conocía y a las que adoraba, pero si quería darles lo que merecían,
debería trabajar aún más duro para que nada les faltara y, eso sí, era el
Director General de Producción más joven en la historia de la compañía, con 31
años, algo que me emborrachaba.
Mi salario aumentó en un 50% con lo que se situó en los 15 millones a
los que había que añadir un bonus del 20% del salario y un BMW serie 5, aparte
de otras prebendas como viajar en primera clase, acceso al Club Social, etc.
Por fin lo había conseguido: el éxito había llegado y esto no era más que el
principio.
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