martes, 1 de mayo de 2012

EL ÉXITO ERES TÚ (XIII)


CAPITULO II

 Viviendo el éxito (IX)
Así estuvimos muchísimo tiempo, gran parte de la noche, por lo que recuerdo, aunque ahora no sé si fue un sueño o una realidad, pero si te garantizo que me desperté en la butaca.

Me despertó la voz de Ana en mi oído; Marga la había llamado al dejarme en casa y se lo había contado todo, sus sensaciones de que estaba al límite, el episodio del restaurante, mis conductas automáticas y sin sentido. A Ana le faltó tiempo para organizarlo todo con las niñas, coger el primer puente aéreo de la mañana y volver a Madrid.

Al despertarme y verla allí, tuve una avalancha de sensaciones; eran las 7,30 de la mañana. Me obligó a desnudarme y a meterme en la ducha y asearme.

Cuando acabé de arreglarme, había un suculento desayuno preparado, un desayuno como los que yo le preparaba de recién casados. Eran las 8,30 de la mañana y nos levantamos de la mesa a la 1 y media de la tarde, habiéndole contado de cabo a rabo mi experiencia nocturna.

Le conté mi desencanto con el éxito, mi persecución de un sueño que era el de otros, mi lucha por conquistar aquello que se supone que debía conquistar, mi sensación de golpe, de abandono de todo lo que realmente importaba, de ella y de las niñas, de mis sueños de jovenzuelo, de mis anhelos aparcados por conseguir un éxito efímero.

¡Imagínate!, ¡5 horas hablando de nosotros!, de nuestros sentimientos, de su tristeza profunda por el abandono, de sus mentiras a las niñas para cubrirme cuando le decían que me importaban más esos señores importantes que ellas, de su amor gastado, de su esperanza ajada.

Hasta que Marga la llamó y algo volvió a despertar en su interior. Fue un momento clave en nuestras vidas, hubieron lágrimas y risas, silencios cargados de ternura y palabras preñadas de significado, hubo vida como nunca antes la había sentido.

Llamé a Marga por la tarde para pedirle que cancelara todos mis compromisos y concertara una cita con Ruíz. Se mostró preocupada por mi y ahí fue donde vi que tenía unas personas maravillosas a mi lado, personas que se preocupaban por mi, no por el puesto que ocupaba o el dinero que podía tener, algo que reafirmó mi estado de plenitud en ese momento.

Tuvo que ser un momento mágico, cuando encontraste a Ana a tu lado por la mañana –dijo con aprecio Juan Carlos, que cada vez sentía más admiración por aquella mujer que era la esposa de Pedro –

Sí que lo fue. La verdad es que entre la charla con mi otro yo y con Ana, encontré cosas de mi que habían estado muy ocultas.

Para hacértelo corto, al día siguiente, pude verme con Ruiz en Madrid, el cual volvió de Estados Unidos cinco días antes de lo previsto al oír lo que Marga le contó y que nunca me ha querido explicar.

Nos vimos en su despacho, sentados en unos sofás que siempre me había preguntado para que podrían servir, aquel día lo descubrí.

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