El día es gris, las calles huelen
a mojado y, al pasar junto a un parque, el olor a hierba húmeda excita mis
sentidos. Pasos acelerados que no quieren el agua pegada a su piel, pasos inciertos
y pasos seguros, pasos ligeros y pasos pesados pero pasos al fin.
En el trayecto hacia el
aeropuerto, las calles tienen otro color, para unos color de vida, para otros
color de tristeza y, pese a que la lluvia moja por igual, ves caras de fastidio
por planes ahora sin sentido y caras de alivio, de limpieza, de pureza por el
agua que cae.
Miro al cielo y veo negrura,
oscuridad y me asalta una sensación: miedo, miedo a lo oscuro, a lo incierto, a
lo que queda fuera de control. Nubes gruesas, bajas, como manchas en el cielo
que impiden ver su lienzo azul, borrones de realidad, explosiones de
naturaleza.
Subo al avión y veo algunas caras
de circunstancias, otras de tranquilidad y, algunas, de auténtica preocupación,
quizás por la lluvia que está cayendo, o quizás por su propia lluvia interior,
lluvia al fin.
El agua arrecia, se intensifica,
justo en el momento en el que los motores rugen con fuerza, los frenos se
sueltan y el monstruo empieza a caminar, tomando cada vez mayor velocidad
mientras su potencia me mantiene pegado al asiento y mis manos se cogen con
fuerza al reposabrazos. Cierro los ojos, noto como el morro se eleva, ahora las
ruedas delanteras se despegan del suelo; sensación de independencia, ahora lo
hacen las traseras, ya nada nos mantiene en tierra. Juntos hacia un destino.
Ascendemos todos a una y la
negrura de las nubes se acerca impertérrita a nuestra marcha, ¿o somos nosotros
quienes nos acercamos a ella?, maravillosa perspectiva de uno u otro lado. El
ascenso es firme hasta que el cúmulo de nubes nos engulle, ahora todo es
oscuridad, temblores al atravesar su núcleo, zarandeos que remueven mi
interior, cada vez más intensos…
…Y ahora paz, suavidad, el sol me
deslumbra con todo su esplendor, me calienta la cara y me da tranquilidad,
ahora todo es luz y, bajo ella, mis temores, la oscuridad. Pienso en mi Vida,
en las zonas turbulentas que
atravieso olvidando, quizás, que tras ellas está el sol, siempre, sin ninguna excepción.
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