domingo, 29 de abril de 2012

El conflicto como fuente de enriquecimiento personal, profesional y organizacional


Durante muchos años consideré el conflicto como algo nocivo, fuente de malestar y peligro, quizás por vivir en un círculo en el que este era constante y la única manera de salir adelante, para un niño y adolescente, fuese evitarlo, aunque visto con la retrospectiva del tiempo, me doy cuenta de que la única manera de haber acabado con aquello, hubiera sido afrontarlo con todas sus consecuencias.

Es cierto, nuestros filtros mentales, nuestras experiencias, nos marcan, muchas veces de forma inconsciente, hasta que somos capaces de tomar conciencia de ello y, a partir de ahí, iniciar la transformación, algo que ocurre tanto en las personas como en las organizaciones.

La homogeneidad continuada, la ausencia de discrepancia, nos lleva a una armonía artificial de la cual difícilmente puede salir riqueza. No existen sistemas de ningún tipo que estén en homeostasis continuada, algo que se ve reflejado en el propio sistema solar con la desaparición de unas estrellas, la aparición de otras, la aparición de meteoritos y tantas otras.

Pensamos de un modo distinto, actuamos de una forma diferente porque nuestras creencias, nuestros valores y nuestras percepciones, son notablemente distintas. Si nos quedamos únicamente con nuestra percepción, impuesta sobre otros, no generamos más que resignación, recelo y posiblemente odio, es por ello que una exposición, tranquila o acalorada, templada o vehemente, da lugar a un arco iris de diversidad difícilmente igualable.

Vemos organizaciones que se enorgullecen de esa inexistencia de discrepancias, donde todo es, en superficie, un mar en calma, todo es políticamente correcto….al menos en apariencia, porque en las profundidades de la misma, lo que se está gestando es un auténtico tsunami que, en un momento u otro, aflorará en la superficie llevándose por delante lo que sea necesario. Organizaciones en las que la innovación suele brillar por su ausencia, en las que la jerarquía es la única fuente de comunicación, en las que el error es un fracaso y no un aprendizaje.

Cuando expreso mi discrepancia, doy ocasión al otro de saber mi sensación, mi perspectiva, como es posible el sentido inverso, evitando las presuposiciones, alimentando el conocimiento mutuo y la confianza.

Estar abierto a otras corrientes de opinión, a otros ángulos de percepción, no solo es higiénico si no que es tremendamente enriquecedor. Tomemos el tiempo para despersonalizar, para estar con la mente del aprendiz, abierta y absorbente como una esponja, para debatir desde la capacidad de recibir lo desconocido sin temor, si no con la ilusión del nuevo manjar.

Hablo del conflicto creativo, no del conflicto destructor, del que permite el crecimiento y no la aniquilación, ¿te animas a intentarlo?

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