Maravilloso el ser humano, único
en su capacidad de crecimiento, de superación de las adversidades, de expansión
de su propio yo, sin más intereses que la satisfacción de saberse grande en su
humildad, en su sencillez, en su esencia interna.
En unos momentos en los que los
más apuntan a verlo todo negro, en los que las quejas por los defectos y las
actuaciones de otros (siempre son los otros, nunca la pregunta ¿qué es lo que
puedo hacer yo?) son mayoría, hay brotes de esperanza, repuntes de
grandiosidad, de resiliencia, de generosidad.
Vemos como la campaña de recogida
para el Banco de Alimentos en Barcelona, consigue doblar los resultados del
pasado año, recogiendo 800 toneladas de alimentos para los más necesitados,
alimentos recogidos en supermercados, en puntos de entrega….de los ciudadanos
anónimos que son realmente grandes en sí mismos.
Es el pueblo mismo el que se
moviliza para paliar carencias. De nada sirven los lamentos, las quejas, los
ataques de toda índole cuando las personas deciden resolverlas.
Cuando la generosidad nos invade,
cuando el miedo desaparece, cuando la decisión emerge, no hay dificultad lo
bastante grande como para no ser vencida. Veamos los tiranos derrocados, el
triunfo de los microcréditos en cualquier lugar del mundo, proveyendo de
recursos a los más necesitados para garantizar su desarrollo en dignidad, los
voluntarios entregando su tiempo, su ilusión y su amor a los indigentes en las
calles de tu ciudad.
Cuantas personas en interdependencia,
siendo para que ellos mismos lo sean y para que otros puedan ser.
Hay quien dice que no tenemos
solución, que todo se va al traste pero, ante muestras como estas, solo puedo
pensar en positivo, en la fuerza de la generosidad, de un presente que nos
refuerza y en un futuro que adivino lleno de luz.
Ahora es el momento, mañana será
tarde, así que apostemos fuerte por nosotros mismos.
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