Cada día me impresiona más
comprobar como tenemos realidades cotidianas que sobrepasan, y en mucho, la
grandeza que nos muestran los medios de comunicación sobre deportistas y
personajes de renombre.
Cada día, si prestamos atención y
bajamos hasta un nivel de profundidad adecuado, podemos constatar como los
enormes esfuerzos callados realizados por millares de personas, tienen su
recompensa, quizás no mediática, pero sí en sus interiores y en el entorno que
nos envuelve que es, al fin y al cabo, lo que debiera realmente interesarnos.
Personas con pasados intensos, con
presentes dolorosos, con vivencias al límite que deciden seguir adelante con
sus vidas, pese a quien pese y a lo que suceda; personas que creen en sí mismas
aunque en ocasiones puedan aparecer dudas, héroes del día a día que saben
construir su presente y su futuro, aún y de una forma incierta.
Hay quien sostiene que ya no le
quedan fuerzas para ello, pero no hay más que pensar en el sentido de nuestra
vida para ver que realmente hay un presente por vivir, quizás difícil, quizás
doloroso, pero presente al fin, que nos llevará a esa casa del mañana que tanto
hemos soñado.
Miro a esas personas anónimas y
pienso en su grandeza, en su fortaleza, apenas reconocida por ellas mismas. No
cejan en su empeño de levantarse una vez, y otra, y otra más, sin desfallecer
aunque en ocasiones fuera eso lo que el cuerpo les pediría.
No hace mucho, alguien me decía
que estaba harta de obviedades, pero es que no por obvias, las cosas son menos
ciertas, como todas y cada una de esas almas que renacen a diario en sí mismas.
Hoy es un regalo, sea como sea
ese hoy, porque nos ofrece la posibilidad de vivirlo intensamente, pensando que
ya nunca retornará, como no retorna jamás el mismo río ni la misma ola . Ayer
ya no existe y mañana está por llegar, así que casi mejor que nos aseguremos de
que habitamos el día con todos nuestros sentidos.
Hoy te miraba a los ojos y sentía
tu renacer, estás aquí.
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