Hacia el final, llegaron a la sala en la que está expuesta la obra Gala de espaldas mirando al mar Mediterráneo.
¿Qué te parece Juan Carlos?
Bueno, me parece una obra digna de su autor, un hombre enamorado de una
mujer a la que idolatró: Gala, si no recuerdo mal.
Ahora, si te parece, vamos a alejarnos unos metros….un poco más, un poco
más – se separaron hasta llegar a la distancia óptima para la doble percepción
perseguida por el artista.
¡Madre mía!, es el retrato de Lincoln.
Así es. Este fue uno de mis mayores aprendizajes en mi primera visita al
museo y me hizo replantearme algunos conceptos erróneos que tenía arraigados en
mi, y es que las cosas eran tal y como yo las veía. Tener esta percepción me
hizo ver que la Verdad absoluta no exitía, que las percepciones podían ser
distintas en función del ángulo desde el que uno mira, de la cultura desde el
que tiene la percepción o de las circunstancias por las que atraviesa.
¿Qué quieres decir con eso Pedro?; parece claro el concepto pero creo
que quieres ir más allá
Efectivamente – dijo Pedro con una media sonrisa de complicidad al ver
que su amigo veía que estaba bajo su afirmación -. No existe la verdad
completa, todos tenemos una parte de ella y entre todos dibujamos una verdad
que se aproxima a la realidad. Eso me permitió entender un montón de cosas que
hasta aquel momento se me habían escapado.
Bueno, se nos han hecho las dos, ¿qué te parece si nos vamos a Port
Lligat y comemos algo allí. Tenemos unos 40 kilómetros por una carretera
deliciosa para un día claro como el de hoy y sin viento, así que algo menos de
una hora nos plantamos allí. En un día como hoy, no encontraremos ni un alma
por el camino y en el pueblo habrá muy poca gente.
La temperatura no había variado, así que los dos amigos iban con los
cuellos de sus abrigos bien subidos, las bufandas en su sitio y los sombreros
bien calados a fin de no pasar frío en el trayecto hasta el coche.
Arrancaron y se dirigieron hacia la carretera que les llevaría a la
casa-museo de dalí en Port Lligat.
Bueno, Pedro, ayer te quedaste en la llegada a Barajas, ¿qué ocurrió
allí?. Justo al acabar de hacer la pregunta, sonó el móvil de Pedro.
Juan Carlos, cógelo tu, por favor, por lo que veo es Ana, así hablas con
ella y le cuentas.
¡Hola Ana!, no, Pedro no se puede poner, está conduciendo, nos vamos
dirección a Port Lligat, a comer por allá y a echar un vistazo a la casa de
Dalí. Sí, nos estamos portando bien, disfrutando de la charla como si fueramos
adolescentes programando su primera salida nocturna, comiendo, paseando….en
fin, que algo así sería recomendable hacerlo bastante más a menudo. Sí, Pedro
está de primera, deseando veros a ti y a las niñas. – La charla se prolongó
durante más de cinco minutos y a Juan Carlos se le escapó más de una carcajada
por los comentarios de Ana –
Vale, se lo digo, un beso para ti y las niñas, y no tardéis el sábado,
que tengo muchas ganas de ver a Maca.
¿Qué te decía que te caracajeabas de ese modo? – preguntó Pedro –
Bueno, algo que no es de tu incumbencia pero que dice mucho de la
adoración que esa mujer tiene por ti.
Si, y la verdad es que llegué a pensar, como te comentaba ayer, que no
tenía derecho, que era un estafador emocional; déjame que siga con lo que te
contaba ayer.
- Pedro desgranaba la historia con calma, haciendo memoria, disfrutando
de la complicidad con su amigo, sintiendo cada una de las palabras que
pronunciaba -. Tal como te decía, llegué a Barajas y mi trayecto hasta la
oficina, fue como verlo desde fuera, como uno de esos videojuegos en los que
tienes un mando a distancia que lo hace todo.
Llegué a la cafetería que está debajo de la oficina y solo entrar vi a
Marga, sentada en una mesa sola y soplando el café con leche hirviendo como a
ella le gusta. Fui hasta ella y en cuanto me vió dio un salto y la encontré
dándome un abrazo.
Pedro, ¡que alegría verte!, hemos estado muy contentos sabiendo que te
recuperabas y que todo había quedado en un susto. La verdad es que he estado
hablando con Ana un día sí y el otro también. – fue lo primero que me dijo -.