CAPITULO III
Necesito quererme (VIII)
No, no, solo una historia a medias, pero he oído hablar muy bien de su
cocina, de la del Duran – dijo Juan Carlos –
Así es, pero no podemos despreciar su historia, muy ligada a la comarca
del Alt Empordà, a la tramontana y – ahí dejó un poco de suspense -, a Dalí
¡No me digas!
Si señor era, por así decirlo, su punto de encuentro, suyo y de tantos
otros, ya que debes considerar que el hotel data de finales del XIX
Un individuo curioso que supo avanzarse a su época y vivir como le dio
la gana, riéndose de todo – comentó Juan Carlos
Tomaré eso como un sí – dijo Pedro sonriendo -; ya veo que los detalles
que te he dado del local te han gustado. Pues vamos a arreglarnos y salimos con
calma. Jenny, no te molestaremos mucho más rato
Y ahí, de nuevo vio Juan
Carlos esa mirada de aprecio, de cariño, de amistad verdadera; el mismo que
pudo ver el día anterior en el colmado al que acudieron a comprar la cena que
no fue cena, al menos para ese día, algo que le hizo volver a pensar en que
Pedro había sufrido mucho, pero ese sufrimiento había sido, de algún modo, una
fuente de crecimiento para él.
Subieron cada uno a su habitación y 20 minutos más tarde estaban en la
sala, hechos unos pinceles, con pantalones de pana, jersey de cuello alto y
gruesas botas, que acabaron de acompañar con una chaqueta gruesa y el sombrero.
Jenny – dijo Pedro – Por favor, dile a tu tía que hoy nos vamos de
excursión pero que mañana sin falta, la vamos a ver, a ella y al suquet de
pescado.
Muy bien, así se lo diré – dijo Jenny –
Eran poco más o menos las 07,30 de la mañana y el día era radiante,
claro y muy frío, con una temperatura que andaría cerca de los cero grados y
una mar plana, como si de un estanque se tratara. El cielo era de un azul que
dolía la vista mirarlo, limpio y luminoso. Se dirigieron hacia el coche,
aparcado a las afueras de pueblo mientras charlaban de forma insustancial de
todo y nada a la vez.
Subieron al coche, un monovolumen compacto con algunos años de más pero
muy bien cuidado, algo que sorprendió a Juan Carlos cuando vinieron desde
Barcelona, pero que empezaba a entender después de llevar 3 días juntos. Veía
claro que lo que motivaba a su amigo no era ya lo material, que siempre había
sido su principal objetivo, si no sentirse bien consigo mismo y con los que le
rodeaban.
- Una vez en el coche, Juan Carlos comentó – te veo muy bien, te percibo
tranquilo, en paz, como si en todo momento fueras tu, sin fingir ni un saludo,
ni un guiño ni nada.
Así es, ese es, para mi, el secreto del éxito, poder ser tu, buscando lo
que hay en ti para darlo a los otros. Algo que Renovales intentó enseñarme pero
que yo, petulante y ególatra, no fui capaz de entender en su momento.
Tomaron la carretera y se dirigieron hacia el norte, buscando la
autopista. El camino se les hizo un suspiro mientras Juan Carlos le contaba a
Pedro de sus actividades en Sevilla, contándole su realidad diaria.
Verás Pedro, en Andalucía se vive de otra manera, allí no hay esa fiebre
porque todo sea rápido, como en Madrid o Barcelona, allí la gente nos conocemos
y conocemos cuales son las raíces de cada cual, sus lazos de parentesco, sus
filias, sus fobias, sus manías ¡ea!, que diríamos.
Al principio me sentí muy desplazado, pero enseguida Maca me hizo
sentirme como en casa. Diría que el catalizador fue el primer año, viviendo la
semana santa. Es increíble el fervor devoto que se desata en toda la ciudad,
ver los costaleros llorando porque llueve y no pueden salir, o gentes que, en
penitencia, llevan el paso descalzos, uno junto a otro. Hubo algo que realmente
me hizo pensar que aquella tierra era distinta de mi Barcelona natal.
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