martes, 12 de junio de 2012

EL ÉXITO ERES TÚ (XXIV)

Esta es la última entrega antes del verano de 2012 de "El éxito eres tu". Volveremos puntualmente a principios de septiembre con el resto de la novela y, obviamente, agradeceré cualquier comentario que queráis hacer al respecto, ya sea público o privado.


Hacia el final, llegaron a la sala en la que está expuesta la obra Gala de espaldas mirando al mar Mediterráneo. ¿Qué te parece Juan Carlos?

Bueno, me parece una obra digna de su autor, un hombre enamorado de una mujer a la que idolatró: Gala, si no recuerdo mal.

Ahora, si te parece, vamos a alejarnos unos metros….un poco más, un poco más – se separaron hasta llegar a la distancia óptima para la doble percepción perseguida por el artista.

¡Madre mía!, es el retrato de Lincoln.

Así es. Este fue uno de mis mayores aprendizajes en mi primera visita al museo y me hizo replantearme algunos conceptos erróneos que tenía arraigados en mi, y es que las cosas eran tal y como yo las veía. Tener esta percepción me hizo ver que la Verdad absoluta no exitía, que las percepciones podían ser distintas en función del ángulo desde el que uno mira, de la cultura desde el que tiene la percepción o de las circunstancias por las que atraviesa.

¿Qué quieres decir con eso Pedro?; parece claro el concepto pero creo que quieres ir más allá

Efectivamente – dijo Pedro con una media sonrisa de complicidad al ver que su amigo veía que estaba bajo su afirmación -. No existe la verdad completa, todos tenemos una parte de ella y entre todos dibujamos una verdad que se aproxima a la realidad. Eso me permitió entender un montón de cosas que hasta aquel momento se me habían escapado.

Bueno, se nos han hecho las dos, ¿qué te parece si nos vamos a Port Lligat y comemos algo allí. Tenemos unos 40 kilómetros por una carretera deliciosa para un día claro como el de hoy y sin viento, así que algo menos de una hora nos plantamos allí. En un día como hoy, no encontraremos ni un alma por el camino y en el pueblo habrá muy poca gente.

La temperatura no había variado, así que los dos amigos iban con los cuellos de sus abrigos bien subidos, las bufandas en su sitio y los sombreros bien calados a fin de no pasar frío en el trayecto hasta el coche.

Arrancaron y se dirigieron hacia la carretera que les llevaría a la casa-museo de dalí en Port Lligat.

Bueno, Pedro, ayer te quedaste en la llegada a Barajas, ¿qué ocurrió allí?. Justo al acabar de hacer la pregunta, sonó el móvil de Pedro.

Juan Carlos, cógelo tu, por favor, por lo que veo es Ana, así hablas con ella y le cuentas.

¡Hola Ana!, no, Pedro no se puede poner, está conduciendo, nos vamos dirección a Port Lligat, a comer por allá y a echar un vistazo a la casa de Dalí. Sí, nos estamos portando bien, disfrutando de la charla como si fueramos adolescentes programando su primera salida nocturna, comiendo, paseando….en fin, que algo así sería recomendable hacerlo bastante más a menudo. Sí, Pedro está de primera, deseando veros a ti y a las niñas. – La charla se prolongó durante más de cinco minutos y a Juan Carlos se le escapó más de una carcajada por los comentarios de Ana –

Vale, se lo digo, un beso para ti y las niñas, y no tardéis el sábado, que tengo muchas ganas de ver a Maca.

¿Qué te decía que te caracajeabas de ese modo? – preguntó Pedro –

Bueno, algo que no es de tu incumbencia pero que dice mucho de la adoración que esa mujer tiene por ti.

Si, y la verdad es que llegué a pensar, como te comentaba ayer, que no tenía derecho, que era un estafador emocional; déjame que siga con lo que te contaba ayer.

- Pedro desgranaba la historia con calma, haciendo memoria, disfrutando de la complicidad con su amigo, sintiendo cada una de las palabras que pronunciaba -. Tal como te decía, llegué a Barajas y mi trayecto hasta la oficina, fue como verlo desde fuera, como uno de esos videojuegos en los que tienes un mando a distancia que lo hace todo.

Llegué a la cafetería que está debajo de la oficina y solo entrar vi a Marga, sentada en una mesa sola y soplando el café con leche hirviendo como a ella le gusta. Fui hasta ella y en cuanto me vió dio un salto y la encontré dándome un abrazo.

Pedro, ¡que alegría verte!, hemos estado muy contentos sabiendo que te recuperabas y que todo había quedado en un susto. La verdad es que he estado hablando con Ana un día sí y el otro también. – fue lo primero que me dijo -.

Le agradecí, como podrás suponer, el cariño, su fidelidad y entrega, e incluso se me escaparon algunas lágrimas, y es que, después de Ana y de mis hijas, es la mujer que más me ha querido y más se ha preocupado por mi. Le conté del chequeo, del episodio con el psicólogo de la mutua, del diagnóstico de estrés, de las recomendaciones de los médicos de bajar el ritmo, en fin, le hice un resumen pormenorizado de todo mi episodio y, por supuesto, también de esa vida recuperada en Barcelona. Curiosamente, con ella me sentía libre, era como estar con una hermana mayor que se ocupaba de mi, algo que me reconfortaba en grado sumo.

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