martes, 29 de mayo de 2012

EL ÉXITO ERES TÚ (XXI)


CAPITULO III

 Necesito quererme (VII)
Llegué a Barajas a las 08,30 y me sentí un tanto desplazado, como si aquello ya no fuera conmigo, pero tampoco sabiendo a ciencia cierta que era lo que podía ir conmigo. Cogí un taxi y llamé a Ana, a mi Ana.

¿Cómo fue la sensación de oírla por teléfono después de aquellos días con vivencias tan intensas? – preguntó Juan Carlos mientras apuraba su copa y daba cuenta de una nueva tostada –

Fue una sensación muy rara, volvió a mi interior la sensación de estafador emocional. Solo recuerdo que una vez más me dijo “recuerda que tienes aquí a unas chicas que te quieren con locura”, algo que me ha dicho un montón de veces y que hace que se me pongan los pelos como escarpias.

Realmente, el recuerdo que tengo de aquel trayecto era el mismo que el que tengo del trayecto en taxi desde mi casa hasta el aeropuerto del Prat: es como si estuviera viviendo fuera, viendo un cuerpo que era el mío actuando y estando fuera de él.

Piensa – dijo Pedro – que de aquello hace muchos años y ya no sé que es lo que ocurrió realmente y qué es lo que es fruto de mi cerebro, que tapa esos huecos de memoria con lo que le apetece.

Lógico – respondió Juan Carlos reprimiendo un bostezo y estirando su cuerpo de forma notoria y visible -, lo que queda en nuestra memoria son, especialmente, las vivencias más cargadas de emociones, por ejemplo, aún recuerdo que el 11 de septiembre de 2001, después de comer, estaba en el sofá de casa empezando a cerrar los ojos, cuando salieron por el noticiero las imágenes de los aviones impactando con las torres gemelas. Eso tiene una explicación psicológica que un día te contaré, pero antes, necesito dormir, ahora sí.

Tienes razón – contestó Pedro – ya son las 2,30 h. de la mañana y aún nos quedan 3 días para que lleguen las chicas, así que queda tiempo más que de sobra para acabar de contarte esta historia y vivir para contarlo.

Una noche más, lo dejaron todo por recoger y se fueron a dormir. La parte baja de la casa estaba caliente por la chimenea pero, la planta superior, estaba realmente fría, por lo que cada uno notó una sensación muy placentera al meter su cuerpo bajo el nórdico de invierno.

Lo que no esperaban era que, al día siguiente, el miércoles, a las 07,00 de la mañana, les despertara el estruendo de platos rotos, y una blasfemia femenina a voz en grito, que hizo que uno y otro bajaran corriendo las escaleras en pijama, preguntándose que tipo de ladrones serían unos tan escandalosos.

Perdón señor – dijo la chica -, se me ha caído la bandeja y se me ha escapado el grito, lo siento mucho.

Bien, bien, no te preocupes pero, mujer, podías haber venido algo más tarde, digo yo. Bueno, ya que estamos, te presento a mi amigo Juan Carlos. Juan Carlos - dijo Pedro – esta es Jenni, otra pariente de Montse, que nos ayuda en casa manteniéndola en orden un par de días por semana.

La cara de Juan Carlos era un poema ya que, al susto, se le unían las ojeras de haber dormido poco, las lagañas, el pelo alborotado y la boca pastosa, pero todo y así, tuvo el ánimo para saludar estrechándole la mano de forma educada.

Son las 7 de la mañana, Juan Carlos, así que miremos las cosas por su lado bueno – empezó a decir Pedro – lo cual quiere decir que tenemos todo el tiempo del mundo y, yo no sé tu, pero entre el susto y que ayer no cenamos, tengo el estómago pegado, así que te propongo hacer una pequeña excursión, nos vamos a Can Duran, a Figueres, a desayunar de cuchillo y tenedor, paseamos por la ciudad, visitamos el museo Dalí y nos vamos a Port Lligat, donde podemos visitar la que fue residencia y taller del excéntrico personaje.

Como quieras, la verdad es que también tengo hambre pero, ¿no está un poco lejos?

Sí, estará a una hora en coche yendo con tranquilidad, pero como es pronto, nos cogemos el coche, vamos tirando por las carreteras interiores, pasamos por La Bisbal y Vilamalla por las carreteras interiores que, seguro, estarán desiertas, disfrutamos del paisaje con toda la tranquilidad del mundo mientras charlamos y, cuando nos queramos dar cuenta, ya estamos entre manteles; yo creo ¡que a las 09,30, poco más o menos, podemos estar allí y, si son las 10,00 , pues tampoco pasa nada, ¿o alguien te espera?

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