Hace poco más o menos un par de años rompía amarras con una vida anterior, una vida de estatus, prestigio y visibilidad corporativa; fueron muchos los miedos a vencer, mucha la resistencia de mi propio Ego que fue vencido por un Yo que pugnaba por salir a la superficie y empezar a vivir. La verdad es que no me lo pusieron fácil o, más bien, lo complicaron tanto como les fue posible, buscando el fracaso incluso antes de empezar.
Ignoraba en aquel momento la riqueza de la que iba a disponer pocas semanas después, aunque una riqueza distinta a la que había imaginado hasta entonces como tal. La verdad es que los primeros días el miedo seguía atenazando todos mis movimientos o, más que miedo, terror, terror a lo desconocido, a la pérdida del estatus, del prestigio que tanto había costado conseguir….tan solo ante los otros.
Pero ya en los primeros días, algunos fogonazos de lo que es hoy empezaron a estallar iluminando un camino que, aunque difícil, se hacía tremendamente gratificante. Fue como arrancar una piel caduca para cambiarla por otra más oxigenada, limpia y fresca. A la decepción por la respuesta de algunos personajes, surgió la admiración por el respaldo incondicional de otras personas (la etimología de esta palabra nos mostrará un interesante significado).
De aquellos días, surgió la Cooperación, el descubrimiento de la generosidad verdadera, de mi propio yo y de la riqueza de los otros una vez quitada su máscara, la sensación de libertad, de permiso para tener ideas alocadas que se convertían en serenas y lúcidas realidades.
Al alzar la mirada, veo un camino entre penumbras, como también veo un caminante recio, consistente y, sobre todo, curioso con cuanto le rodea, hambriento de nuevos y viejos aprendizajes y descubrimientos, sin etiquetar, sin prejuzgar, tan solo con los ojos voraces de un niño.
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