sábado, 20 de agosto de 2011

La palabra crea universos


Dicen de la palabra que crea universos, que la sola unión de sílabas empieza construyendo mundos y, ante tamaña amenaza, pienso en todos aquellos que, con un medio delante, son capaces de crear submundos, mundos dentro de otros, con sus solas realidades campando a sus anchas, construyendo opiniones, destruyendo creencias, aletargando conciencias, espoleando odios o ilusiones, alegrías o temores, esperanzas o angustias.

Pensemos en el poder de esa palabra, la que empleamos cada día, en nuestra labor familiar, docente o profesional. Esa palabra que creará filias y fobias, que constreñirá o liberará corrientes de pensamiento, especialmente cuando está en manos de esos líderes de opinión, cuyas calenturientas cabezas no son capaces de construir más que estiércol cognitivo que puede llevar a vivir auténticas batallas inexistentes, salvo en esas recalentadas meninges, presas de sus propias cárceles de odio y rencor.

Veamos ahora aquellas que son liberadoras, las que ofrecen un sinfín de posibilidades, de auténticas autopistas de conocimiento y opinión, las que tienen las preguntas más que las respuestas, las que no aleccionan si no que acompañan en un camino enriquecedor, marcado por el propio lector u oyente.

Ciertamente, las palabras son capaces de construir mundos ya que, sin ellas, difícilmente existiría este tal como lo conocemos, pero ahí, ahí es donde rompo una lanza a favor de la libertad de criterio, de dogma, de pensamiento, con la generosidad de aceptar la palabra de mi amigo, pero también la de mi oponente, que no enemigo, de respetar su opción contraria a la mía, huyendo de radicalismos caducos y enfermizos, de prisiones de negros y grises, por el bien de una paleta cromática de millones de colores.

Las palabras habrían construido una realidad muy distinta si hubiera nacido en India, en Sudáfrica, en Nepal, en China o en Pakistán. Mi mundo sería otro si las palabras de mis creencias hubieran sido dictadas por otras ideas, patrias o religiones.

Propongo el uso de la palabra como creadora de mundos y no como destructora de los mismos. Eso está en nuestras manos, en las tuyas y en las mías, en las de toda la humanidad.

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