Ayer teníamos una interesante reunión dos personas que son profundas conocedoras del ámbito de la gestión de personas y yo. Salió un tema sobre el tapete: Atracción y retención del talento y, la verdad, los tres tuvimos claro que no queríamos retener a nadie, cual si de una secta se tratara si no que, bien al contrario, lo que pretendíamos era fidelizarlo, hacerlo partícipe de nuestros proyectos, de nuestras ilusiones que, como directivos, tenemos con el proyecto de empresa.
Si alguien se quiere ir, indaguemos los motivos, conozcamos los porqués para que nos ayude a subsanar los desajustes e intentemos, en la medida de lo posible, salvar la relación pero, en ningún caso, pretendamos retener a nadie. Puede parecer una cuestión semántica, pero no es baladí la diferencia entre una y otra palabra: retención v.s. fidelización, coerción frente a compartir un camino, estancamiento frente a fluidez.
No es algo sencillo y menos en estos tiempos, la fidelización del talento, entre otras cosas porque la coherencia del mensaje actual frente al anterior, tiene que ser plena, y no hablo de no tomar las medidas adecuadas por duras que estas puedan ser si no, bien al contrario, de tomarlas de forma enérgica, pero con las formas adecuadas; delante tenemos personas, no máquinas, tenemos sentimientos, ilusiones, angustias, anhelos y no circuitos impresos, así que el cuidado de la persona va a ser primordial.
Elementos como medidas de conciliación serán fuertes fidelizadores, notablemente más efectivos que la siembra del temor que, a fin de cuentas, no debería existir dada la potencialidad de cualquier persona….pero, y todo tiene un pero, deben emanar desde el convencimiento, desde las entrañas de los Valores corporativos ya que, de lo contrario, estarán condenadas al fracaso más absoluto.
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