martes, 28 de diciembre de 2010

6ª etapa de mi Camino de Santiago. Finaliza 2010.

Como comentaba en la etapa anterior de mi Camino, había pasado un año desde que inicié la aventura de mi viaje en solitario mas hoy, hago la introspección relativa a 2010, un año en el que el aprendizaje ha sido intenso….pero duro, muy duro, con pérdidas irreparables que, no obstante, han sido reencuentros.

2010 me trajo la mayor intensidad en la relación con mi hermano mayor, hoy desaparecido. La posibilidad de compartir vivencias, anhelos, inquietudes y, ¿porque no?, sus temores a la partida, no por la partida en sí, si no por la sensación de dejar cabos sueltos que ya nunca se volverán a atar, me reconfortaron dentro del dolor, abierto aún, de una pérdida que no se debería haber producido. Tenía 52 años. Sé que, de algún modo, él está conmigo y guía mis pasos.

Reconfirmé también el amor por la familia nuclear, la que te rodea cada día y que, pese a todo, está ahí, pase lo que pase y por duros que sean los caminos a transitar; son mis cuatro tesoros sin tasador que llegara siquiera a calibrar su enorme valor. La esencia del ser en su más pura concepción.

La amistad verdadera, añeja o nueva, recuperada o creada, ha sido también parte importante de mi balance anual; personas con las que el paso del tiempo no ha horadado los sólidos cimientos; personas con las que nos hemos conectado en estos últimos meses y con las que se han establecidos fuertes vínculos, también desde el SER, compartiendo con todos ellos, fundamentalmente, sueños y emociones, ora penosas, ora alegres, pero emociones al fin.

Personas incombustibles, que siempre han estado al lado, esa “otra familia”, amigos sin condiciones ni estados. Han sufrido los embates de la dureza de estos tiempos y se han mantenido sin titubeos, sin dudas, fuertes ante la adversidad.

Por último gran aprendizaje ver que, cuando se afronta el miedo, todo es posible. Cuando se explora la emoción, vemos que no existen imposibles y que esas limitaciones, las habíamos aceptado como naturales cuando distaban mucho de serlo.

Mi balance no estaría completo si no hiciera mención de los compañeros de viaje: clientes, maestros, compañeros, con los que hemos ido dibujando el camino de un oficio, de una pasión, de una vivencia, de una filosofía de Vida, la de Coach, plena en sí misma para ti, para mi, para nosotros.

Este año han quedado jirones de piel en cada esquina, pero también montañas de esperanza y, al escribir esto, una enorme sonrisa de trastolillo se dibuja en mi cara, pensando en el mañana pero, sobre todo, pensando en el hoy y en la fortuna que cada uno tenemos de ser quien somos, aquí y ahora.

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