jueves, 3 de junio de 2010

Evolución

Nuevamente tengo un desplazamiento por nuestra geografía, esta vez voy desde Barcelona hacia Girona. Llego a la estación de Francia, obra maestra del trabajo en forja, como tantas otras cunas ferroviarias de nuestra vieja Europa.

He preferido utilizar un tren rápido, un Talgo. Paso el control de policía y consulto el panel informativo para saber a que vía debo dirigirme, todo y que mi intuición me dice que la vía 5 será mi objetivo; un color rojo sucio, un anacronismo, espera paciente en la vía, tal como lo haría una vieja gloria del hipódromo, en la cuadra que le guarda su merecido descanso tras épocas gloriosas.

Atravieso la puerta de acceso al vagón y un viaje en el tiempo me traslada a épocas pretéritas; de un momento a otro espero ver entrar a Antonio Alcántara con su camisa de cuello exageradamente grande y su corbata ancha, enorme, pulcramente anudada con el nudo del ordenanza que consiguió su sueño con el duro trabajo del emigrante español de los años 50 y 60. Es como una bocanada de aire viciado y enmohecido.

Todo en el vagón indica decadencia, pesadez, barroquismo, hasta las cortinas del vagón son de un tono ocre sucio y desvencijado. Valores caducos de la vieja España asoman; valores que impiden crecer, anclados en un pasado que fue esplendor y devino anquilosamiento.

Transcurridos unos kilómetros de profundo traqueteo que apenas permite una lectura relajada, la vía nos hace cruzar con la modernidad, con el presente y con el futuro, uno de esos trenes de nuevo cuño, esbeltos, ligeros, discretos en la belleza de sus líneas, y eso me lleva a pensar en mis propios anacronismos, en viejos dogmas de cartón que en su día adiviné robustos y que hoy se tornan anclas a un pasado y unos rencores sin sentido.

El año pasado el mundo celebró el año Darwin, autor de la Evolución de las especies, paradigma de la necesidad de adaptación al medio para la propia subsistencia. Debo evolucionar, crecer, expandirme, darme a la vida para hacerla más plena. El prefacio de mi existencia queda atrás para dar paso a nuevos capítulos para los que debo estar abierto, so pena de parecer un viejo Talgo en la vía de la Vida. Llegará un día, espero lejano, en que el epílogo será la parte de la obra por concluir, con una mirada nostálgica a un pasado que fue y no volverá pero, entretanto, me permito abrazar mi evolución, mi presente y mi futuro, con ilusión, sin falsas añoranzas.

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