domingo, 18 de marzo de 2012

El éxito eres Tu (I)


Tal como os anunciaba en mi último post, en las próximas semanas, iré desgranando el contenido de esta pequeña historia real de un ser imaginario que, perfectamente, podrías ser tu

CAPITULO I

 Empezando por el final: El reencuentro (I)

­“—Cuando miro hacia atrás y contemplo el trabajo que ha habido en estos últimos años, veo también el sufrimiento y la negación que me hacía a mí mismo.”

Estas palabras se las contaba Pedro a su buen amigo Juan Carlos, con quien había recuperado una relación que, durante mucho tiempo, había estado perdida en el cajón de los buenos recuerdos. La conversación se desarrollaba en un pequeño pueblo de la Costa Brava, Calella de Palafrugell, a tan solo una hora de Barcelona y a unos pocos kilómetros de Girona, en una tarde fría de invierno, crudo y desabrido en aquella zona.

Pedro había hecho un camino intenso, un camino de alegría, de plenitud, pero también
un camino de descubrimientos que le permitieron reencontrarse consigo mismo, sin
escatimar sufrimientos, como si de piel herida y putrefacta se tratara, teniendo que
frotar con el estropajo hasta que el tejido despareciera; de algún modo, había sido un renacer.

“—Pero Pedro, tú eras un hombre de éxito, de hecho, lo sigues siendo, ¿qué es lo que ha cambiado tanto? —le pregunta Juan Carlos, ante la mirada perdida y risueña de Pedro.”

“—Déjame que te cuente la historia desde su principio, pero déjame que lo haga a la
lumbre de la chimenea, que el frío me está calando los huesos, y ese es uno de los
placeres que no nos pueden arrebatar —respondió Pedro.”

Arrancaron a caminar desde los soportales de la playa, hacia la casa que se ubicaba
en un mirador privilegiado del pueblo. El olor a sal procedente del mar era muy intenso
y se adivinaba la entrada de la Tramontana en unas horas, por lo que convenía
ponerse a resguardo, encender un buen fuego y poner a calentar agua para saborear
uno de los tés a los que ambos eran tan aficionados.

Entraron en la casa, una edificación sencilla, acogedora, con el olor a una casa que se sabía disfrutada, con aroma a leña quemada, a cera de muebles y a bienestar, aunque también había sido testigo de sentimientos como la angustia, la inquietud y la desesperación.

El sonido de la bullote indicando que el agua hervía sacó a Pedro de sus pensamientos y, mientras preparaba el té, Juan Carlos se encargó de prender el fuego en la chimenea, asegurándose de que estuviera encendido un buen rato sin que les molestara; intuía que la historia que le iba a contar Pedro, bien valía su máxima
atención.

Pedro colocó la bandeja con las tazas y unas galletas sobre una mesita baja entre las dos butacas con orejas, unos sillones de cretona con colores cálidos que dejaban adivinar su comodidad e invitaban a la tranquilidad y a la confidencia. Del reloj les llegó el sonido de siete campanadas y, por la ventana, tan solo algunas luces aparecían encendidas mientras el viento empezaba a soplar con fuerza. La Tramontana había adelantado su llegada.

 La voz de Pedro sonó profunda en la quietud de la sala.

“—Todo empezó cuando salimos de la Facultad. Recordarás que nunca brillé
mucho en los estudios pero fui lo suficientemente hábil como para ir sacando
los cursos por año. Mi ambición me llevó a ser el Delegado de curso, a presentarme a
la elecciones para el Consejo de la Universidad, y siempre con un éxito que a mí mismo no dejaba de sorprenderme. La vida siguió siendo generosa conmigo: antes de acabar la carrera encontré mi primer empleo como becario en TORTEL, aquella empresa dedicada a la instalación y mantenimiento de elementos de seguridad. Allí además conocí a Ana, la que hoy es mi esposa y a la que tengo que agradecer  una buena parte de la plenitud en mi vida, tanto cuando triunfaba, como cuando entré en crisis o cuando empecé a salir del agujero.”

“—Recuerdo cuando la conocí -dijo Juan Carlos—. Pero fue después de vuestra
boda, y de eso hace ya 25 años, cuando te perdí la pista tras nuestra pelea. Yo me trasladé a Sevilla, conocí a Macarena, y no quise saber nada más de ti, hasta que recibí aquella llamada tuya y no pude dejar de venir.”

“—Sí, fue muy importante para mí que estuvieras a mi lado, que pudiera pedirte perdón, que tu generosidad te permitiera disculpar mi soberbia y, en una palabra, que pudiera recuperar a una de las personas que tan importantes habían sido para mí— le respondió Pedro.”

Pedro continuó tras un sorbo de té.

“—Como bien sabes, mi carrera fue meteórica.”

“—Sí—replicó Juan Carlos—, recuerdo haber leído algo sobre ti en los periódicos económicos pero, la verdad es que el rencor me impedía considerar tan siquiera la posibilidad leer esas noticias. Mis padres no sabían de nuestra bronca y de vez en cuando me iban dando algún detalle, que si Pedro esto, que si Pedro aquello, y yo tragando  quina.”

Pedro miró hacia la ventana, como viendo pasar ante sus ojos aquella etapa de su vida.

2 comentarios:

  1. Mmmmmmm, Calella de Palafrugell, un lloc fantàstic per començar una història!!! Espero amb ganes la propera entrega... :)

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  2. Gracias Cris, ese maravilloso pueblo será testigo de jugosas reflexiones por parte d elos protagonistas.

    Gracias por tu seguimiento. Un abrazo gordo

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