martes, 27 de marzo de 2012

EL EXITO ERES TU (IV)


CAPITULO I

Empezando por el final: El reencuentro (IV) 
 
Pedro asentía sinceramente dolido por la vivencia de su amigo. “Hay algo
perverso en todo esto dijo—. Del aprendizaje del daño que te hice, no he tenido
constancia hasta hace muy poco, y eso es lo que me ha llevado a contarte esta
historia.  Por ella te pido paciencia, paciencia con este abuelote cincuentón y cebolleta.
No darás fe de lo que te voy a contar; hay partes que me cuestan creer, aspectos
que aún ahora reconozco como aprendizajes desde el más profundo de los dolores, al
descubrir en mí personajes perversos que jamás pensé que anidaran en mi interior. Y a la vez, también te reconozco, que hay partes de las que me siento especialmente orgulloso.”
Pedro miró su reloj. “Pero antes de empezar, déjame que empecemos a preparar la cena, que son ya las nueve y tenemos mucha charla por delante.”

Tranquilo dijo Juan Carlos–. Tenemos toda una semana por delante, una semana
para las confidencias y el reencuentro.”

Pedro se levantó de su butaca con la agilidad que había tenido siempre y se dirigió a
la cocina. Juan Carlos se levantó también y se acercó a unos estantes junto a la chimenea. Fue leyendo los títulos en los lomos de algunos libros, paseó su mirada por algunas fotografías y encontró, al lado del equipo de música, una colección de cds. Empezó a repasarlos, y encontró el de Joan Manuel Serrat, “Mediterráneo”. Encendió el equipo y puso el disco. La música empezó a empapar sus sentidos. Con las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta, pensó que era una curiosa señal haber encontrado ese disco un día como el de hoy. Sonrió y se encaminó a la cocina, para ayudar a Pedro con la cena.
En esa esa estancia, de típica bóveda catalana de ladrillos vistos, fueron preparando unas tostadas con tomate y un excelente embutido que habían comprado en Palafrugell esa misma tarde y que acompañarían con un vino de la comarca.

Antes de sentarse a la mesa de pino macizo en un rincón de la habitación, Juan Carlos comentó “—: Curiosa enseñanza la de los tres filtros. Creo que nuestra vida sería muy distinta si la aplicáramos más a menudo.”

Es verdad contestó Pedro. La verdad es que cuando la recibí solo la oí y no fue hasta mucho tiempo después en que hallé su aprendizaje. Supongo que no estaba preparado para poder asimilarla.”

Comenzaron a cenar, mientras por encima de sus cabezas el rugido de la Tramontana se mezclaba con la voz de Serrat, que llegaba tenue desde la sala de estar.

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