jueves, 24 de febrero de 2011

Una sonrisa

Han pasado ya casi tres semanas de aquello y aún no me puedo sacar de la cabeza las sensaciones experimentadas, tremendas todas ellas.

15 personas en los aledaños de Plaza de Cataluña de Barcelona, centro geográfico de la ciudad y torre de babel de etnias, idiomas y procedencias, nacimiento del Paseo de Gracia y de las Ramblas, auténticas arterias culturales.

15 personas repartiendo sonrisas y pidiendo sonrisas, 15 personas expandiéndose a sí mismas cruzando, algunas de ellas, sus límites de pudor y respeto (tremendas creencias limitantes en este caso).

Fueron muchas las escenas impactantes, desde una abuelita octogenaria dándole un buen abrazo a una de las amigas y dinamizadoras del acto, un niño de 7 años comportándose con la naturalidad y el desparpajo de los niños, un guardia urbano ensombreciendo el semáforo con su sonrisa o, por que no decirlo, algunos personajes que nos rehuían temerosos de Dios sabe qué.

Fueron, realmente, huellas a grabar en la memoria, pero hubieron dos de entre todas que se me grabaron a fuego:

La primera de ellas, fue una persona con fuerte acento francés que nos dijo, literalmente, “gracias por vuestra sonrisa, la necesitaba, llevo dos días realmente duros”. Solo por eso, ya hubiera valido la pena, pero el resto de vivencias también iluminaron, aquella mañana de domingo, la ciudad.

La segunda, la vi desde una distancia de unos 10 metros; una de mis compañeras y amigas, le había dado el papel con el smile sonriente y la chica bajaba por el Paseo de Gracia, con el papel en la mano, cogido bien fuerte y una sonrisa en la cara que hacía que los fusibles de los escaparates casi se fundieran a su paso.

Solo expandimos sonrisas, solo intentamos que aquella mañana de domingo fuera distinta, y de verdad que lo hicimos posible.

¿Me regalas una?

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