Tiene 22 años y un discurso, ¡como no!, de tinte suavemente radical y preñado de algunas contradicciones, fruto del que ama la vida y detesta la mezquindad de la injusticia, ¡maravillosa juventud!
¿Cómo explicar a un joven apasionado la maravilla de las tonalidades, la veracidad de su apreciación, pero también de la apreciación de su opuesto?
Su argumentación es sólida, contundente, formidable, aunque peca de ver la vida tan solo con sus ojos, sin pararse a pensar la perspectiva desde la que la ven otros, con otras vivencias, otras mochilas, otras gafas de ver realidades, tan distintas a las suyas, o a las mías, o incluso a las tuyas.
Tiene 20 años y una fina ironía, que no mordacidad, que enamora a quien decide saborearla sin sentirse atacado. Espadachín de la palabra, bailarín del debate, certero en su comentario, suave en su driblaje.
Su rapidez de respuesta deja a más de uno en la frase de tres minutos antes. Mientras él ya repasa la lección de mañana, el otro aún empieza la de ayer, pero sabe compartir la vivencia y la querencia, el saber y el sentir, algo que aprendió por tenacidad y necesidad.
También su indignación nace ante la inquina y la estupidez de la injusticia, y también me pregunto como conseguir poner serenidad a la pasión, aunque cada vez veo que, nuestro camino, es ser tan solo acompañantes.
Por fin, los extraordinarios 18, ojos que bailan, sonrisas que desarman, caídas de ojos que seducen, pies que, más que andar, anuncian un camino. Envidia de ella misma, de cómo es cuando quiere ser de verdad.
Alegría que transforma, alegría que contagia, alegría que se expande y que se torna agria ante la intolerancia, ante la injusticia, ante la estupidez de gentes que no saben ser si no lo son en otros, auténticas marionetas de lo establecido, rígidas y acartonadas.
Y ahí nuestro papel, el de acompañantes de una parte de su camino, intentando poner sentido al sinsentido, dando explicación a aquello en lo que, en ocasiones, tampoco nosotros lo encontramos.
Qué palabras tan bien escritas, qué sentimientos más profundos, qué maravilla poder expresar tan bien la realidad que viven nuestros hijos y nuestra presencia, dándoles la mano, en su andar, en su camino hacia la madurez.
ResponderEliminarQué VIDAS tan profundas, que me hacen sentir madre con un orgullo de ver crecer a unos hijos que no entran en el conformismo y el dejarse llevar, que luchan por una sociedad mejor.
No Vayáis a pensar que soy capaz de escribir algo tan bonito como el comentario anterior, escrito por mi principal inspiradora, mi esposa, mi chica, mi ...
ResponderEliminarJordi, felicidades a tu chica por escribir como escribe y a ti por tener una chica que escribe así. Fuerte abrazo, Pablo.
ResponderEliminarjeje, mil gracias Pablo, la verdad es que es una maravilla, de chica y de hijos. Un abrazo fuerte
ResponderEliminar