Las noticias aparecidas en estos días han sido francamente espeluznantes, por un lado, pero esperanzadoras por otro, y me explico.
Hemos visto como la furia de la naturaleza, desata lo más brutal de esta, haciéndonos sentir insignificantes ante ella. Terremotos, tsunamis, heladas, incendios, lluvias torrenciales….nada, o muy poco, puede el hombre ante estos fenómenos, salvo desechar su soberbia y abrazar la humildad de quien se sabe vulnerable.
Pero, por otro lado, hemos visto como el pueblo japonés nos hacía sentir orgullosos de pertenecer a la misma raza que ellos: la raza humana. Ver su entereza, su ir todos a una, su coraje, su resiliencia, hace que la esperanza brote de nuevo, pensando en la enorme fuerza que podemos llegar a tener cuando aunamos esfuerzos.
Cuando el objetivo común pasa por delante del egoísmo, cuando la generosidad personal ahoga los bajos instintos, aún y en momentos de franca necesidad, vemos que existe un futuro esperanzador para nosotros, para todos nosotros, vemos que eso es posible.
Y surge una pregunta: ¿cómo sería España si contara con un espíritu semejante?; ¿cómo sería nuestro país si, allá donde solo vemos diferencias, viéramos semejanzas, allá donde vemos debilidades, viéramos fortalezas?. Si pensáramos en todas las cosas buenas que reúne esta tierra nuestra, en su capacidad de trabajo, su optimismo, su creatividad, su capacidad de improvisación, su riqueza cultural (que más que separarnos debería unirnos), su capacidad de sacrificio.