miércoles, 13 de julio de 2011

Mis queridos jóvenes


Paseaba con mi esposa, un sábado por la tarde, por una de las mágicas plazas del barrio de Gracia de Barcelona, un barrio con encanto por su cultura, por la diversidad que allí cohabita, por sus gentes, sus comercios, su tolerancia, su alegría, su historia y, en fin, por el propio hecho de ser el barrio de Gracia.

El paseo en sí no es el objeto de estas líneas si no la toma de conciencia de la maravillosa Juventud que tenemos entre nosotros pero que, desgraciadamente, no supone una noticia para los medios de comunicación como lo es el consumo desaforado de alcohol, por parte de algunos, o la violencia por parte de otros.

Lo que me hizo tomar esa conciencia, que también vivo en mi casa, fue ver a dos jóvenes de unos veintitantos años, acompañando a un grupo de cuatro paralíticos cerebrales, a los cuales se veía felices con la atención y el cariño que les dispensaban; no importaba el esfuerzo, importaba ver las caras de felicidad de unos y de otros, dando la impresión de que recibían tanto los que iban en la silla como los que la empujaban.

Pero nuestro paseo no acabó aquí, ya que vimos toda una chiquillería de entre 16 y 18 años, con un grupito de abuelitos, a los que escuchaban con auténtico deleite y, para acabar de fijar la imagen, apareció otro grupo, este de chicos y chicas de unos 12 ó 13 años, supervisados y educados por un par de monitores del movimiento Escolta.

Estas imágenes son reales, no inventadas y ocurrieron en el lapso de un par de horas en una de las plazas más animadas de Barcelona, como imagino ocurren en cualquier plaza de cualquier municipio de esta España nuestra.

Tenemos una juventud solidaria, con unos valores profundamente enraizados, ilusiones, anhelos y sueños que luchan por hacer realidad. Una juventud que está muy lejos de la denostada por algunos medios de comunicación, una juventud que me hace sentir orgullo de la raza humana y pensar que este mundo aún tiene solución y que, a fin de cuentas, el esfuerzo de la educación, valió la pena.

Gracias chicos, gracias por demostrarnos que aún hay esperanza y por darme la confianza de que, digan lo que digan, estaremos en buenas manos, las mejores, las vuestras.

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