miércoles, 3 de agosto de 2011

Cruzando fronteras


Todos somos capaces de vencer nuestras limitaciones, de una forma u otra. Tenemos ejemplos extremos con casos como el de Stephen Hawkyn, Beethoven u otros de similar talla, pero tenemos casos de auténtico coraje mucho más cerca de lo que pensamos. Pensemos en nuestros entornos profesionales o personales y podremos identificar un buen número de ellos.

Hoy quería hablaros de algunos, aquellos que significan vencer temores muy arraigados en uno mismo y de difícil justificación o identificación. Temores que, por irracionales, son aún menos comprendidos por quienes los sufren y, por tanto, de más difícil solución.

Podríamos asimilarlos a una puerta cerrada, una puerta tras la cual se halla el mundo de lo desconocido, un mundo que se imagina de un negro carbón, sin posibilidad de blancos o grises, tan solo negro. Y esa puerta la podemos encontrar el día menos pensado en nuestro interior, tanto si pensamos en nuestra faceta personal como en la personal, la del ocio, la deportiva o la cultural.

Aquí es donde el acompañamiento puede resultar tremendamente útil, sirviendo de soporte a la persona, animándola a cruzar ese umbral y estando con ella mientras lo hace, siendo partícipe de su dolor, de su sufrimiento y también de su éxito, de su alegría, de su celebración al pasar al otro lado, al conseguir cruzarlo, ya que habrá sido enorme la resistencia vencida para ello, algo digno de un héroe cotidiano como podemos ser cualquier de nosotros.

Lo importante habrá sido explorar ese miedo, ese terror irracional, sintiéndolo en primera persona, llegando incluso a masticarlo, a empaparnos de él para su mejor conocimiento, algo que nos permitirá conocerlo a fondo y gestionarlo en la forma adecuada, porque esos sentimientos son lícitos y sanos, imprescindibles incluso para nuestra supervivencia, ya que nos prepara para la lucha o para la huida.

Hay quien, tal y como os comentaba el otro día en el post de adicciones, recurre a la química para vencerlos pero, no nos engañemos, así lo único que se hace es adormecerlos y permitir su presencia en cualquier momento y situación, posiblemente la más inoportuna. Lo que os propongo es conocerlos a fondo para poder gestionarlos en cualquier caso, incluso en los más incómodos.

Hoy alguien abrirá esa puerta y pasará al otro lado. ¿consecuencias?, se habrá despojado de las gruesas cadenas que le mantenían inmóvil o, dicho de otro modo, será un poco más libre.

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